- BTT/MTB
- Distancia total: 95 kilómetros (ida y vuelta).
- Dificultad: Baja por trazado, media a media-alta por distancia.
- Época recomendada: Evitar meses más calurosos.
Para llegar hasta el inicio de la Vía iremos hacia Arganda, y para ello tomaremos la salida 25 de la A3 en sentido Madrid-Valencia (Arganda Centro). Seguimos siempre de frente dejando el Hospital del Sureste a la derecha, y pasamos dos rotondas. Al llegar a una tercera rotonda, podemos ver a mano derecha el camino de asfalto rojo donde da comienzo la Vía Verde del Tajuña. A mano izquierda hay unas naves con locales comerciales donde es muy probable que podamos encontrar aparcamiento.
Una vez dejamos el coche y ya subidos encima de la bicicleta, cruzamos hacia el principio de la pista de asfalto rojo que nos va a acompañar a lo largo de estos casi 100 km de recorrido. Este primer tramo de Arganda a Morata de Tajuña fue inaugurado en mayo de 2007, es por tanto el más nuevo, y el que ha permitido a muchos aficionados poder disfrutar de esta vía sin necesidad de disponer de vehículo, puesto que la línea 9 del Metro de Madrid nos deja a unos pocos metros más alante de donde hemos aparcado. Por tanto no hay excusa si algún día no es posible disponer de coche para ir a Arganda. 😉
Justo en el km.1 nos encontramos a nuestra izquierda el moderno Hospital del Sureste. A partir de aquí comienza un ascenso ligero pero bastante continuado, con una serie de falsos repechos que si nos pillan con las piernas frías al ser los primeros kilómetros, nos pueden hacer sudar de lo lindo. El estado del asfalto en esta parte de la vía es muy bueno, salvo en unos pocos metros que transcurren bajo un puente, donde hay una cantidad ingente de arena bastante densa que puede ser causante de algún patinazo si no vamos con cuidado. También deberemos de extremar la precaución en ciertos tramos que cruzan con algún camino de tierra perpendicular, y que están señalizados con dos pivotes metálicos que son muy peligrosos. Esto se repetirá en varias ocasiones en este primer tramo hasta Morata. Tampoco debemos olvidar que muchos viandantes utilizan los primeros 3 ó 4 km de esta pista para pasear o hacer footing (especialmente los fines de semana), y que no es raro ver cómo algunos circulan en grupo ocupando parte de la misma, o que directamente van por el medio de ella. Así que andad con ojo en estos primeros kilómetros, tanto por el trazado como por las circunstancias anteriormente descritas.
Tras dejar atrás las afueras de Arganda con su zona industrial y el Hospital del Sureste, pasamos por debajo de la A3. El paisaje en esta primera parte de la etapa es bastante poco llamativo y algo monótono.
La vegetación es escasa y hay pocos árboles (prácticamente ninguno en las proximidades de la vía), motivo por el cual un día caluroso de verano puede no ser el más propicio para realizar esta etapa. Apenas hay olivos que ofrezcan algo de sombra y alegría al paisaje, y todo es bastante plano y monocromático, salvo los restos de alguna construcción con la que nos topamos, que al menos aportan algo diferente al paisaje.
En algunas zonas podemos apreciar cómo el camino se abre paso entre el terreno mediante una excavación que en su día se hizo para hacer pasar las vías del llamado Tren de Arganda. Aproximadamente hacia el kilómetro 9, divisamos a nuestra derecha lo que parece ser una enorme cementera que rompe súbitamente la monotonía del paisaje.
A partir de ahí, una sucesión de curvas, nos sitúan en un tramo llano desde donde comenzará un descenso de 5 kilómetros hasta Morata de Tajuña. Tras los 10 kilómetros iniciales de subida, estos 5 nos van a venir de maravilla para recuperar piernas y ganar algo de tiempo en el descenso.
Enseguida llegamos a Morata, donde nuestra pista se corta repentinamente a la entrada del pueblo, y tendremos que atravesarlo callejeando para retomar el siguiente tramo.
Al entrar seguimos siempre rectos hasta llegar a un pequeño parque presidido por un gran ciprés bajo el cual encontramos un monumento piramidal de piedra coronado por una bicicleta de acero, y que contiene una inscripción que no parece guardar mucha relación respecto a la pequeña figura metálica.
Continuamos por la derecha del parque dejando a mano izquierda el cuartel de la Guardia Civil, y llegamos a una casa con la fachada pintada de color amarillo oscuro/ocre que divide el camino en dos.
Tomamos el camino de la izquierda de la casa, como podemos ver en la pequeña señal que hay junto a ella. Seguimos todo recto atravesando la calle Real y cruzamos de frente la M-313, pudiendo ver en el mismo cruce los carteles indicadores de Perales de Tajuña y de nuestra propia vía.
Dejamos a nuestra derecha el cementerio de Morata y mirando atrás vemos la figura de su gran iglesia que domina todo el núcleo urbano.
Poco después comienza de nuevo nuestra pista que nos conducirá hasta Perales de Tajuña. A partir de aquí el paisaje va cambiando progresivamente, y comenzamos a ver algo más de vegetación y algunos árboles a ambos lados del camino.
Poco antes de llegar a un área de descanso, nos encontramos a mano izquierda una serie de cuevas de orígen neolítico excavadas junto a un pequeño cortado.
En tiempos de la República fueron declaradas de interés turístico nacional, pero hoy en día parecen haber caído en el olvido y permanecen abandonadas junto a la Vía Verde (desgraciadamente es algo muy propio de este país). Es importante decir que toda esta zona fue poblada en la antigüedad por distintas culturas, como así confirman los numerosos restos arqueológicos que se han hallado en las cercanías de esta zona.
En el descenso hasta Perales, podemos ver cómo algunas construcciones están literalmente pegadas a la vía, hasta tal punto que la propia vivienda y aledaños forman parte de la cuneta.
El descenso hasta Perales es bastante cómodo y nos lleva a la misma entrada del pueblo.
Aquí deberemos extremar las precauciones, puesto que la Vía Verde se interrumpe y tendremos que cruzar la carretera general de frente en dirección a un parque.
Al igual que sucedió en Morata, tendremos que callejear algo para retomar nuestro camino, pero en este caso será más bien por las afueras del pueblo.
Hay otro camino que es un tramo urbano, pero es más peligroso y hay que callejear más con lo cual se pierde muchísimo el ritmo de pedaleo. Aconsejamos pues ir por el tramo rural bordeando Perales por las afueras. Justo en el parque está señalizado el camino hacia la Vía Verde, que estará asfaltado en su totalidad.
Poco antes de llegar a un puente que cruza el Tajuña (no en su tramo más limpio, he de decir) pasamos por una zona de naves industriales semi-abandonadas que recuerdan bastante a cualquier escenario post-industrial salido de Mad-Max o Terminator. Al pasar es inevitable pensar que transitar por ahí después del atardecer tiene que dar bastante miedo. Sin duda es el tramo más feo de todo el recorrido. Afortunadamente enseguida dejamos atrás toda esta zona y aproximadamente hacia el kilómetro 25 de etapa, llegamos a un cruce en el que retomamos hacia la izquierda nuestra Vía Verde, y donde también se nos señaliza un Paint-Ball que parece estar un poco en medio de la nada.
Poco después volvemos a pasar por debajo de la A3 para llegar a un stop tras el que vemos un nuevo cruce, en este caso con el desvío de la A3 hacia la M-204.
Es el km 26, y justo en ese punto unas señales nos indican que nuestro camino a seguir es el de la derecha. Por tanto circularemos por el arcén de la carretera unos 150 metros extremando las precauciones, hasta llegar a un cartel que indica Valencia, Valdelaguna y Madrid.
En ese punto nos paramos con el cartel de frente, y tendremos que cruzar la carretera en dirección 90 grados hacia la izquierda. Podemos ver ya la señalización de la Vía Verde.
A partir de aquí vuelve a cambiar el paisaje. Al ser un camino que da accesos a zonas rurales, comienza un tramo de la vía compartido con vehículos agrícolas (con los cuales tuvimos la suerte de no encontrarnos), por lo que tendremos que ir con cuidado. En varios tramos de esta zona el asfalto se encuentra bastante deteriorado debido al paso constante de estos vehículos, y el mantenimiento del firme es inexistente. Se nota que lleva ya varios años totalmente abandonado. En este tramo el trazado es totalmente llano, lo que nos permite pillar un buen ritmo manteniendo una buena cadencia de pedaleo. El paisaje, que hasta ese momento había sido más bien poco vistoso, de repente se torna alegre y eso parece contagiarnos. Son casi 9 kilómetros que discurren por las Vegas del Tajuña, junto a campos de maíz y viñedos de distinta clase de uva pertenecientes a la Denominación de Origen de Vinos de Madrid.
Un gran caserón solitario con la fachada roja emerge tras los campos de maíz. Es el Molino de Cantarranas, convertido en hotel y en posible parada para los usuarios de la Vía Verde.
Poco después llegamos al cruce con Tielmes, donde hay un área de descanso con una fuente y mucha sombra (lamentablemente esta zona cuando pasé estaba bastante sucia, con muchos envases por el suelo).
A la izquierda queda el puente sobre el Tajuña y la entrada al pueblo, y a la derecha nuestro camino a seguir. Dejando ya Tielmes atrás y tras retomar nuestra pista, podemos contemplar una hermosa vista del pueblo tras los campos de maíz.
Algo después nos encontramos con la Ermita de los Santos Niños Justo y Pastor, donde también encontramos otro área de descanso.
Continuamos por nuestro camino que discurre por un interesante paisaje rural lleno de viñedos (esta vez de otro tipo de uva) y pocos kilómetros después ya vemos el desvío hacia la entrada de Carabaña, coincidiendo justo el km.36 de etapa con el cruce de la carretera de Estremera y la entrada al pueblo.
Aquí hemos de tomar precauciones de nuevo, puesto que debemos cruzar la carretera para retomar nuestro camino.
Pronto llegamos a un cruce marcado por un poste frente a una casa, coronado en la parte superior por una cruz de Santiago. Nosotros deberemos de tomar el camino de la izquierda, puesto que el de la derecha es la Vía Verde del Tren de los 40 días que nos lleva a Estremera (la cual ya hicimos y comentamos en el primer post de este blog).
De Carabaña a Orusco de Tajuña separan unos 5 kilómetros de leve pero constante subida, y con un tramo de la vía compartido con vehículos de propietarios de viviendas adyacentes a la Vía Verde. El tránsito de estos vehículos es casi inexistente, pero igualmente tendremos que ir con ojo. De camino a Orusco podemos ver a nuestra izquierda una bonita vista de Carabaña.
El tramo hasta Orusco no se hace muy pesado, pero es la parte final hasta Ambite la que más complicada resulta, puesto que continúa siendo subida muy ligera pero constante y con un final ascendente. A fecha octubre de 2012, el estado del asfalto a la altura de Orusco es absolutamente lamentable, es vergonzoso que ese tramo se encuentre en esas condiciones.
La vía está llena de bloques de cemento por ambos lados como los que tienen las autovías en la mediana, y tramos enteros tienen más de medio carril destruído. Hay muchísima gravilla suelta, y hay un tramo en el que nos encontramos un bloque de cemento cruzado cortando el paso de la vía, por lo que tenemos que ir por una zona de tierra para poder proseguir nuestro camino. La consecuencia de esto es que se parte el ritmo que llevábamos, y tenemos que reducir al máximo la velocidad para ir sorteando obstáculos.
El tramo antes de llegar a Ambite, ofrece un paisaje bastante agradable, con algún puente de piedra y un maravilloso pinar que nos da la bienvenida al final de la Vía Verde (que en realidad para nosotros es justo la mitad de la etapa).
Justo en lo que antaño fue la estación de tren de Ambite, hoy podemos encontrar un restaurante pensado para los usuarios de la Vía Verde, con una gran terraza, pista de tenis y piscina municipal. Estamos en los mismos confines con la vecina provincia de Guadalajara, y de hecho la ruta se puede ampliar hasta Mondéjar, pero eso ya es otra historia.
Los kilómetros y el factor psicológico que supone el saber que tienes que desandar todo lo que has andando, hace que empecemos a notar por primera vez las piernas. Aquí se puede optar por una breve parada para reponer fuerzas antes de volver por donde hemos venido. El camino de vuelta es prácticamente todo bajada hasta Perales, aunque hay algunos repechos traicioneros, eso sí. Pero el tramo desde Morata hasta Arganda se hace bastante duro debido a una ascensión no muy fuerte, pero sí muy constante durante varios kilómetros, y con algunas rampas pronunciadas.
Esto unido a los kilómetros que llevamos recorridos, hacen que las piernas empiecen a pesar ya de una manera especial. El tramo hasta la cementera (situada en el kilómetro 9 ida/86 vuelta) es sin ninguna duda lo más duro de la etapa, y recomiendo que se guarde algo de fuerza para afrontar esta parte del recorrido. Justo al pasar este punto comienza la bajada hasta Arganda. Son 9 km de descenso, donde podemos aprovechar para meter mucha pedalada y dejarnos llevar, ganando así bastante tiempo y recuperando muchas piernas. Personalmente, fue uno de los tramos que más disfruté de toda la etapa.
Antes de que nos queramos dar cuenta, pasamos el Hospital del Sureste y ya estamos en Arganda de nuevo, poniendo fin a una gran jornada de bici por la Vega del Tajuña. Aquí os dejamos una pequeña captura del mapa de la etapa, y justo debajo el enlace con la ruta de Wikilocs.
MAPA AMPLIABLE DE LA VÍA VERDE DEL TAJUÑA. AQUÍ.
- Arganda, al igual que sucede con el resto de municipios por los que transcurre esta etapa, es un enclave habitado en sus cercanías desde tiempos remotos. Situada a 22 kilómetros de Madrid, posee en la actualidad unos 55.000 habitantes, y es uno de los municipios más importantes de todo el sureste de la Comunidad de Madrid. Al ser un lugar de paso estratégico, tuvo una cierta importancia ya desde la época prerromana. Parece ser que se identifica con la ciudad carpetana de Alternia. Posteriormente con la llegada de los romanos, fue un lugar de paso muy frecuentado al estar situado entre Titulcia y Alcalá. Pero no es un centro urbano consolidado hasta la Edad Media, cuando al igual que iremos viendo con el resto de estas poblaciones, pasa a formar parte del Arzobispado de Toledo. De esta época data un castillo hoy inexistente. Más tarde Felipe II, al igual que sucederá con más municipios de la zona, le concede el título de Villa, pero poco después cae en manos del Duque de Lerma a principios del siglo XVII y es cuando el pueblo se rebela en el conocido Motín de Arganda. Poco después volvió a ser villa dependiente de la Corona. Del siglo XIX es relevante la construcción del famoso puente de Arganda, que favoreció el desarrollo industrial del municipio.
- Varios son los edificios de interés que podremos visitar en Arganda. El principal es el de la Iglesia de San Juán Bautista, mezcla de estilos gótico y barroco. Pero también son interesantes la Ermita y Casa de Vilches, del siglo XVII, la Ermita de la Soledad también del XVII, o la Casa del Rey Felipe III, del siglo XVI y actualmente sede del Archivo Municipal.
- Morata de Tajuña es otro municipio de la madrileña comarca de Las Vegas. Se encuentra a 38 kilómetros de Madrid y cuenta con unos 7.500 habitantes. De orígenes similares a los de Perales (donde como veremos más adelante se encontraron numerosos restos en sus cuevas) hay testimonios arqueológicos que confirman que estuvo poblada al menos desde el Neolítico. Tras pertenecer al territorio de los carpetanos, en época de dominación romana se llamó Licinia, y fue un enclave ubicado en la vía que comunicaba Titulcia con Alcalá. Este núcleo se va a consolidar con la llegada de los visigodos a Toledo, y la posterior ocupación musulmana, que va a traer numerosos avances en cuestiones de regadío. En época medieval pertenece al Arzobispado de Toledo y más tarde, tras concedérsele el título de Villa en el siglo XVI, es vendida al Conde de Altamira y Marqués de Leganés en el siglo XVII, perteneciendo a esta familia hasta el mismo siglo XIX en que finalizan los regímenes señoriales. También el tren del Tajuña favoreció su crecimiento económico a principios del siglo XX.
- La Iglesia de la Inmaculada Concepción, del siglo XVI y estilo renacentista (probablemente construído sobre un edificio árabe anterior), es el monumento más destacado de este municipio.
- Perales de Tajuña con unos 2.800 habitantes, se sitúa a unos 43 kilómetros de Madrid. Por sus tierras pasaron hombres del Paleolítico, Neolítico, Edad del Bronce, Edad del Hierro, tribus celtas, íberos, romanos, visigodos y musulmanes. Numerosos yacimientos se han encontrado en sus cercanías, entre los que destacan las Cuevas del Risco. Al estar en el límite del Tajo, se conviertió en una estratégico enclave defensivo en la Edad Media, y forma parte del Arzobispado de Toledo. En 1574 se le concede el título de Villa, y ya en el siglo XIX se integra en la provincia de Madrid.
- La Iglesia parroquial de Nuestra Señora del Castillo del siglo XVI y el castillo del siglo XII son sus principales atractivos, junto a las citadas Cuevas del Risco.
- Tielmes, de unos 2.300 habitantes y situada a unos 50 km de Madrid, es otra población cuyas raíces se remontan al Paleolítico. Desde ese momento va a ser un enclave muy importante en la zona centro de la Península. Antes de la llegada de los romanos ya era una ciudad celtíbera llamada Thermida, situada en el territorio de los carpetanos. Tras la dominación romana, hubo asentamientos visigodos. En época de la Reconquista y al igual que todas las poblaciones de la vega del Tajuña, pertenece al Arzobispado de Toledo. No es hasta 1554 cuando se le otorga el título de «villa» de manos del mismo Felipe II. A comienzos del siglo XVII sus territorios se vendieron a un conde y luego pasó a manos privadas. Ya en 1811 pasa a formar parte de la provincia de Madrid.
- Carabaña es un municipio de 1.800 habitantes a 50 km. al sureste de Madrid, perteneciente a la Comarca de Las Vegas. Es muy conocido por sus míticas aguas purgantes (hoy se ha construído un lujoso balneario) y por el cultivo del olivo, algo que se viene haciendo desde la época romana. Sus olivos centenarios, le convierten en uno de los principales productores de aceituna de todo Madrid, con un aceite con denominación propia.
- Caroca era como la conocían sus primeros habitantes, los carpetanos. Posteriormente, en la época romana fue un punto importante en la calzada que unía Mérida con Tarragona, de la cual se conservan algunas ruinas. Más tarde también hubo un asentamiento visigodo, y tras él llegaron los árabes. La Reconquista no se hizo esperar al igual que en el resto de la Península, siendo Carabaña zona de frecuentes luchas al ser límite de territorios cristianos y musulmanes. No fue libre hasta la llegada de las Cortes de Cádiz en 1811, después de pertenecer al Arzobispado de Toledo y a diversos señoríos durante muchos siglos. Con más de 2000 años de historia, es uno de los municipios más antiguos de todo Madrid.
- La Iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción del s. XVI, conserva una pila bautismal visigoda. Del mismo siglo es la ermita de Santa Lucia, edificada sobre un antiguo templo romano junto a unas cuevas y una necrópolis visigoda.
- Orusco de Tajuña es otro pueblo de esta comarca que está a unos 55 km de Madrid, y posee unos 1300 habitantes. Es uno de los municipios más antiguos de toda la Comunidad de Madrid. Al igual que toda la zona de la Comarca de Las Vegas, hay constancia de que sus tierras estuvieron pobladas desde el Neolítico. Si bien sus origenes son inciertos, su nombre ya es citado por Ptolomeo, y de hecho se han encontrado restos de su pasado romano, como un templo, o parte de la calzada romana que comunicaba Tarragona con Mérida. También es relevante el paso de los visigodos debido sobre todo a la cercanía de su corte, establecida en Toledo. Tras la época islámica, en tiempos de repoblación pasa a manos del Arzobispado de Toledo. En 1190 y hasta 1214, sus territorios son cedidos a Segovia por Alfonso VIII, y en 1552 se desamortiza, se declara como «villazgo» y se une a la Corona. Después dada la crisis que padecía ésta, se van vendiendo los territorios hasta que un noble llamado Rodrigo de la Vega se hace con ellos y serán sus descencientes los que ostenten el dominio de los mismos hasta el mismo siglo XIX. Por fin en 1853 se integra en la provincia de Madrid.
- Es interesante visitar la Iglesia de San Juan Evangelista, del siglo XVII y estilo barroco, y la Ermita de Bellaescusa. Fue construída por unos cazadores del pueblo en el siglo XIII (remodelada en el siglo XVI y posteriormente en 1961), situada en la carretera hacia Ambite. En los siglos XVI y XVII fue un importante santuario para toda la zona este de la Comunidad de Madrid, pero cayó en la ruina tras la época de la desamortización de Mendizábal y hoy en día su fama parece haber quedado atrás en el tiempo. Se dice que los higos de la higuera que hay al lado de la Ermita curan el dolor de cabeza.
- Ambite es otro municipio (al igual que los anteriormente citados) cuyos orígenes se remontan a muchos siglos atrás. Los primeros restos hallados pertenecen a la Edad de Bronce, y también hay constancia de asentamientos de tribus celtíberas. Las primeras referencias históricas nos llevan a tiempos de la Reconquista, en los que Ambite va a estar ligado a la ciudad de Alcalá, al igual que sucede con Orusco. En el siglo XV se le concede el título de «villa» y su posición se consolida independizándose de Alcalá. Tras esta época llega una desamortización en la que destacaremos al noble Alonso de Peralta, embajador y miembro del Consejo de Indias, quien promueve al municipio como lugar de descanso para la Corte de Felipe II. Pero es sin duda el río el que siempre ha marcado la historia de Ambite y de los demás pueblos de la comarca. Con él llegó la prosperidad económica necesaria gracias a la agricultura y ganadería. Y con él llegó el ferrocarril de finales del siglo XIX, el llamado tren de Arganda, del que se decía que «pita más que anda”. Gracias a este tren, además del transporte de pasajeros, toda la producción agrícola de estos pueblos llegaba a Madrid.